Los acontecimientos que hemos vivido a nivel global durante los últimos 4 años han situado a la deuda pública de los países que actúan como refugio ante el riesgo sistémico a unos niveles difíciles de explicar desde el punto de vista fundamental.
La deuda pública alemana a 2 años se ha situado a niveles de rentabilidad del 0.05%, mientras que la estadounidense o la británica están al 0.30%.

Por su parte, la deuda a largo plazo ha ido viviendo un rally durante las últimas décadas fruto de la expansión monetaria en un entorno de inflaciones bajo control. Esto ha hecho que invertir en deuda a largo plazo permitiese superar la inflación e incluso sea más rentable que invertir en bolsa. En el siguiente gráfico podemos observar como la rentabilidad de invertir en el S&P 500 en los últimos 20 años ha sido del 401.27% (TIR 8.39%) mientras que si se hubiese invertido en deuda americana a largo plazo la rentabilidad hubiese sido del 455.92% (TIR 8.95%). En ambos casos se bate la inflación del 64.94% de estos 20 años.

Lo ocurrido en los últimos 20 años es totalmente irrepetible por 2 razones:
1.- Hace 20 años las rentabilidades de los bonos a 10 años estaban en torno al 7.5% en Alemania y EE.UU., mientras que ahora son del 1.45% en el caso alemán y el 1.75% en el caso estadounidense.
2.- Los posibles beneficios, vía subida de los precios de los bonos (bajada de las rentabilidades) son muy limitados.
Por tanto, teniendo en cuenta las expectativas de inflación que manejan los distintos organismos internacionales, no tiene sentido invertir en deuda alemana o americana, ni a corto ni a largo plazo, ya que la rentabilidad que obtendríamos sería inferior a la inflación. Es decir, perdemos dinero.
En conclusión invertir en deuda pública de Alemania o EE.UU. solo se justifica por la situación de pánico de los mercados, pero que no tiene sentido desde un punto de vista económico, salvo que estuviésemos contemplando una situación de deflación para los próximos años, cosa que ahora mismo no contemplamos.
El pinchazo de dicha burbuja dependerá de la capacidad de los políticos europeos de solucionar la encrucijada en que nos encontramos. Y es evidente decir que si la actual situación desemboca en una disolución del euro, lo cual consideramos muy improbable, la burbuja sería aún mayor.